El médico de Donald Trump, que esta semana aseguró que el candidato goza de «excelente salud física» en medio de la controversia por el incidente de Hillary Clinton, tiene un incómodo antecedente en su carrera por una demanda de mala praxis que solucionó con un costoso acuerdo.
Harold Bornstein, quien atiende al magnate desde 1980, aceptó pagar USD 86.250 a la familia de Janet Levin, quien falleció en 1998 por causas no determinadas en la autopsia. Según la familia, su fallecimiento ocurrió por ingerir «cantidades no saludables» de medicinas recetadas por Bornstein. Los parientes de Levin lo acusaron de ser «negligente y groseramente imprudente».
La demanda indicó que Levin, con antecedentes de adicción al alcohol, se volvió dependiente de los narcóticos y culpó a al gastroenterólogo, quien le recetó sedantes y morfina, por poner en marcha una serie de factores «que condujeron a su muerte».
El documento destacó que las medicinas recomendadas por el doctor estaban «muy por encima de los niveles terapéuticos».
Las partes llegaron a un acuerdo en 2002. Aunque Bornstein siempre negó las acusaciones y culpó a la paciente por su muerte, aceptó pagar los miles de dólares a la familia, con una cláusula de silencio mediático.
La primera vez que el médico cobró notoriedad políttica fue en diciembre, cuando firmó una carta en la que afirmó que Donald Trump «será el individuo más saludable en la historia en ganar la presidencia». Sin embargo, en agosto aclaró que lo escribió apurado, en cinco minutos, mientras la limusina de Trump lo esperaba en la calle.
El caso de Levin, sin embargo, no es su único antecedente por supuesta mala praxis. Archivos de Nueva York muestra que llegó a un acuerdo en 1994con Claire Wershil, quien alegaba que el tratamiento recibido la dejó con «daños físicos, mentales y psicológicos permanentes».
Además, en 1986, Stanley Grant acusó a Bornstein que sus prácticas médicas lo dejaron inhabilitado para trabajar. El desenlace del reclamo no fue especificado en el documento.