No hace ni tres años, cuando exudaba energía, en que se definió como ‘cristiano socialista' y alardeó de haber convertido al mismísimo Fidel Castro
Hay quien hace chistes y se acuerda de las coplas de Antonio Machado a Don Guido, gran pagano que se hizo hermano de una santa cofradía y el Jueves Santo salía llevando un cirio en la mano.
La imagen de Hugo Chávez, que tantas broncas ha tenido con la Iglesia Católica venezolana, acercándose contrito al altar para recibir la extremaunción de manos del obispo Moronta, recuerda al trueno vestido de nazareno a quien cantaba el poeta, pero el Gorila Rojo ha sido siempre un hombre de fe.
Raro ha sido el domingo, durante sus peroratas en «Aló Presidente», que no ha invocado a la Virgen del Socorro.
No hace ni tres años, cuando exudaba energía, en que se definió como ‘cristiano socialista’ y alardeó de haber convertido al mismísimo Fidel Castro.
Cuando lo derrocaron brevemente en 2002 y retornó contra todo pronóstico al poder, no atribuyó el milagro a la estúpida torpeza de una oposición cerril y desunida, sino a la mano de Dios.
Con ese bagaje a la espalda, no tiene nada de extraño que ahora, cuando le flaquean las fuerzas y ha escuchado de boca de los médicos esa palabra de seis letras -«cáncer«- que hiela la sangre en la venas hasta al más bravo de los hombres, peregrine al templo y pida a los curas que recen por su salud.
Enternece escucharle confesar con voz tenue que la oración sale del alma del monaguillo que fue y del monaguillo que en el fondo sigue siendo, pero mucho va a tener que implorar al cielo para salir de esta.
La supervivencia del tirano estriba en su firmeza, en el convencimiento que tienen tanto sicarios como súbditos de que no le temblará la mano a la hora de reprimir. Cuando vacila y la gente percibe que hay fecha de caducidad, el tinglado se desmorona. El miedo deja de ser eficaz.
NOTA.- este artículo s epublicó originalmente en el diario ABC.