Huele a fraude que apesta. Venezuela abre este 15 de abril de 2013 la era del poschavismo y lo hace con la victoria del «delfín» de Hugo Chávez, el mismo al que el caudillo que permaneció durante 14 años en el poder nombró «heredero» antes de su muerte, Nicolás Maduro.
Según los primeros resultados facilitados por el Ejecutivo venezolano, Maduro habría ganado a Henrique Capriles por 1,59 puntos.
El Gobierno, que había previsto ofrecer los primeros resultados electorales tres horas después del cierre de los colegios, retrasó su entrega durante dos horas más (a las 05.45 hora española), lo que provocó tensión entre los venezolanos e incertidumbre ante el resultado, lo que acrecentó las sospechas de irregularidades.
Las dudas se acrecientan tras conocerse, con el recuento al 99,12%, que Maduro había logrado 7.505.338 votos (50,66%), frente a los 7.270.403 (49,07%) que se adjudicaban al candidato de la Mesa de la Unidad Democrática, Henrique Capriles. La participación fue del 78,71%.
Los rectores del Consejo Nacional Electoral calificaron la jornada como «tranquila y pacífica». Hace seis meses, Chávez se impuso a Capriles por casi diez puntos. El candidato de la oposición no reconoce los resultados y pide que se recuenten los votos.
«Nosotros no vamos a reconocer un resultado hasta tanto no se cuente cada voto de los venezolanos», indicó Capriles en una declaración pública tras el anuncio de los resultados
El rector del Consejo Nacional Electoral (CNE) de Venezuela Vicente Díaz, ligado a la oposición, solicitó la auditoría del 100% de las papeletas que quedan depositadas en una urna tras el voto electrónico, por la corta diferencia que ha habido en las elecciones presidenciales.
La victoria por segunda vez del chavismo sobre Capriles reproduce algunas de las peores conductas electorales, el juego sucio y las acusaciones de fraude. Antes de que se hicieran públicos los primeros resultados, el candidato opositor Henrique Capriles denunciaba el intento de alterar los resultados electorales:
«Alertamos al país y al mundo (sobre) la intención de intentar cambiar la voluntad expresada por el pueblo», aseveraba en su cuenta oficial de Twitter.
La indignación de Capriles comenzó pronto, minutos después del cierre oficial de las mesas electorales, cuando su equipo constató que muchas seguían abiertas:
«Están tratado de votar con las mesas cerradas», aseveró el candidato dos veces derrotado en las urnas en los últimos seis meses.
Horas antes, mientras los venezolanos votaban, el chavista Maduro se permitió hacer campaña electoral, al ofrecer una rueda prensa que fue retransmitida por las televisiones públicas en la que volvió a reiterar sus promesas.
El chavismo ha jugado abiertamente con ventaja en estas elecciones. Ha puesto todos los medios del Estado al servicio de Maduro y ha explotado el sistema de favores y coacciones para echar mano de su voto cautivo.
La pobreza es una de las principales armas utilizadas por el chavismo para eternizarse. Los programas sociales han intentado reducir el número de pobres, pero lo que han conseguido, sobre todo, ha sido crear voto cautivo.
Chavismo entre chabolas
De noche los cerros que rodean a Caracas lucen con sus bombillos chinos como un gigantesco pesebre natural. Pero, a la luz del día, la miseria de los «ranchitos» o chabolas y su vertiginoso crecimiento plantea dudas sobre la reducción de la pobreza de la que alardea el chavismo.
El Instituto Nacional de Estadísticas asegura que en los 14 años de gobierno de Chávez la pobreza bajó de un 50% a un 25,4%.
«Todavía hay 7,3 millones de pobres» de una población de 29 millones. Sin embargo, los cinturones de miseria y marginalidad se han multiplicado en ese mismo período. Basta echar un vistazo a los cerros caraqueños para constatar cómo se han expandido.
En ese universo de pobreza, el régimen chavista ha creado una masa de 10 millones de venezolanos –un tercio de la población– que depende de las asignaciones presupuestarias del gobierno. Es una pesada carga social que deja el legado chavista a su sucesor.
La gigantesca nómina pública que se ha convertido en una red clientelar incluye a unos 2,5 millones de pensionistas y jubilados, a 2,5 millones de empleados públicos y 5 millones de personas que reciben ayudas económicas, viviendas y toda clase de beneficios como créditos, comida, vehículos, neveras, cocinas, viviendas, ordenadores y artefactos electrónicos.
La crisis económica
Otra dura carga del legado es la burocracia. Cuando Chávez llegó al poder en 1999, había en la administración pública unos 500.000 empleados. Catorce años después la cifra de ministerios se duplicó y la nómina pública se ha quintuplicó.
La nacionalizada Petróleos de Venezuela ha reducido su producción por ineficacia y falta de inversiones, pero ha aumentado su nómina en más de 130.000 empleados, la mayoría activistas del Partido Socialista Unido de Venezuela que se ocupan de «remolcar» y «arrear» con vehículos de la corporación a beneficiarios de las «misiones».
Y que en elecciones como las de ayer juegan un papel esencial a la hora también de «arrear» a los «rezagados», a potenciales votantes chavistas en las circunscripciones electorales más disputadas.
Además, hay que incluir la carga burocrática de las empresas e industrias pesadas del Estado. La mayoría tiene pérdidas, pero sus empleados se ven en la obligación de manifestar fidelidad al chavismo.
El nuevo presidente deberá emprender una cruzada de reconciliación, diálogo y apertura. A Maduro le será difícil imponer el «estado comunal» y radicalizar el chavismo dado el peligro de estallido social. Por más que se aferre al poder, para sobrevivir, el chavismo también tendrá que negociar si desea preservar la paz social.