6 de abril de 2013, Auditorio Marcelino Camacho de Madrid. La Embajada de Venezuela invita a Pablo Iglesias, entonces un rostro desconocido, para conducir un acto homenaje a la figura de Hugo Chávez, apenas un mes más tarde de su fallecimiento.
Iglesias dio la palabra a invitados como Willy Toledo. Ese día, el artista gritó a favor de Cuba, Fidel, Venezuela y el «hermano Maduro».
Pero antes, Iglesias también dio su opinión. Y entre otros eslóganes, afirmó que «Hugo Chávez era la democracia de los de abajo, y por eso le temían y le seguían temiendo».
Con micrófono en mano, al viejo estilo Alfonso Guerra caminando por las tablas de un auditorio madrileño próximo al Paseo del Prado de Madrid, irrumpe Pablo Iglesias -ataviado de camiseta roja, vaqueros negros y botas de montaña, con su consabida coleta y barba de algunos días- para presentar a un actor, «un actor con agallas en este país», y ese es Willy Toledo.
Antes de dar paso a Toledo, con abrazo incluido y banderas venezolanas como atrezzo de un escenario donde preside la cara de Hugo Chávez con el mensaje de ‘La lucha sigue’, Iglesias se dirige a una parroquia entregada a la causa, y comienza su perorata, donde algunos de los términos empleados forman parte de actual ideario de Podemos. Entonces, nadie hacía prever el fenómeno:
«No voy a ser tibio. Para ser demócrata hay que tener agallas. Y Hugo Chávez las tenía. ¡Vaya que las tenía! Sabéis que en este país estamos acostumbrados a una casta política indecente».
«Estamos acostumbrados a que los dirigentes de algunos partidos políticos tengan cuentas en Suiza. Estamos acostumbrados a esa infame puerta giratoria que comunica los congresos de nuestros políticos con los consejos de administración de las grandes empresas».
«Estamos acostumbrados a que esa casta política diga ahora que tiene miedo a los escraches. ¿Sabéis lo que son los escraches? Los escraches son el jarabe democrático de los de abajo».
«Eso era Hugo Chávez. Hugo Chávez era la democracia de los de abajo. Era la democracia de las mayorías sociales. Era el escrache para los poderosos. Por eso le tenían miedo y le siguen teniendo».