Leopoldo López Gil es, oficialmente, el primer venezolano en el Parlamento Europeo. El padre del expreso político Leopoldo López ha participado en el acto de promesa o juramento de la Constitución, un trámite imprescindible para poder recoger su acta de eurodiputado. Un paso que consolida tanto su trayectoria personal como que permite su entrada a una importante institución europea desde la que prevé impulsar nuevas presiones contra la dictadura de Nicolás Maduro, así como en contra de aquellas que someten a las poblaciones de Nicaragua y Cuba. En este sentido, confesaba a PD América que esta nueva etapa «es una responsabilidad tremenda. No sólo por ser el primero, sino por ser una persona que representa a un pueblo que está sufriendo tanto y que espera lo mejor de mí».
Aunque es consciente de que «una sola voz no puede cambiar al mundo», el nuevo eurodiputado del Partido Popular insiste en que «daré la pelea para que, en cada circunstancia que pueda, se transforme la triste situación venezolana en un escenario mucho mejor». En concreto, López Gil se ha mostrado a favor de aumentar las sanciones económicas en contra de los regímenes que no están respetando la democracia y los Derechos Humanos. «Las sanciones europeas no han sido suficientes en contra de la dictadura venezolana, han sido mucho más eficientes las sanciones norteamericanas. Por esto, creo que en Europa aún se pueden transformar en algo mucho más efectivo«. Una idea que va en línea con el pronunciamiento de cinco potencias mundiales que han adelantado su deseo que aumentar la presión contra el régimen chavista.
Desde el Parlamento Europeo, el venezolano también buscará dotar de todo el apoyo posible a la diáspora radicada en la Unión Europea. De ahí que asegure que se encuentra entre sus prioridades «mejorar la calidad de vida a los venezolanos que ya están aquí en Europa, que han dejado el país por la falta de futuro y de seguridad». Sin pasar por alto, evidentemente, la lucha contra la corrupción del chavismo que se oculta en Europa y que se ha disfrazado con la adquisición de inmuebles y de inversiones en empresas y restaurantes, en un intento por tildar de «emprendiemiento» lo que se trata de un simple lavado de dinero.