Nuevas piezas entran a jugar en la situación política de Venezuela. Nacido en Teherán, pero excolaborador de los servicios de inteligencia israelíes; proveedor de armas al Irán de los ayatolás; representante del polémico expresidente de Zimbabue, Robert Mugabe; y más recientemente de la junta militar que gobierna Sudán… Y ahora, además, promotor en Estados Unidos de lo que presenta como una solución para resolver la enconada crisis política de Venezuela.
Es Ari Ben-Menashe, el misterioso personaje que figura como director de la firma canadiense Dickens&Madson, dedicada al cabildeo, la búsqueda de influencia en los centros del poder político, lo que en el mundo anglosajón se conoce como «lobby«.
El portal estadounidense Politico publicó recientemente que Dickens&Madson fue contratada por el político Henri Falcón, quien inició su trayectoria de la mano del chavismo y que posteriormente fuera rival del presidente Nicolás Maduro en las elecciones de mayo de 2018, para convencer a los gobiernos de Estados Unidos, Rusia y otros de que lo apoyen como «candidato de compromiso» a la presidencia de Venezuela como fórmula para desbloquear una situación política atascada en el pulso entre Maduro y el líder opositor Juan Guaidó.
«La firma se dispone a cabildear al poder ejecutivo y/o al legislativo del gobierno de Estados Unidos y sus agencias en apoyo a los esfuerzos del partido político Avanzada Progresista para elegir a Henri Falcón como presidente de Venezuela», afirma el documento presentado al Departamento de Justicia estadounidense, que también especifica que el valor del contrato asciende a US$200.000.
Aunque al poco de trascender la noticia, Francisco Rodríguez, un economista venezolanos afincado en Estados Unidos y que asesora a Falcón, dijo que la inclusión de esa aspiración presidencial en los documentos se debió a un «error administrativo». El nuevo redactado de los documentos dice que se trata de dar «buscar una solución pacífica a la crisis política, humanitaria y económica de Venezuela».
Falcón le dijo a BBC Mundo que lo único que había hecho su partido era «contratar de manera legal unos servicios profesionales y de representación en el exterior, igual que hacen otras muchas formaciones políticas venezolanas».
Ni Ben-Menashe ni su empresa contestaron por el momento las peticiones de comentarios hechas por BBC Mundo. Pero, ¿quién es exactamente este judío iraquí nacido en Irán hace 68 años? ¿Y por qué Falcón y su partido creen que puede influir en los gobiernos más poderosos del mundo en un asunto tan crucial como la situación en Venezuela?
Los años de Israel
Ben-Menashe es un viejo conocido en el mundo de la inteligencia global. Cuando en 2012 Wikileaks comenzó a publicar los correos que le habían filtrado de la compañía de inteligencia estadounidense Stratfor, era mencionado en algunos de ellos. En uno, un periodista israelí le advertía al jefe de seguridad de la firma de que Ben-Menashe es «un estafador» y le aconsejaba: «Manténgase alejado de él».
Donde Ben-Menashe tiene más fama es en los círculos dedicados a la seguridad en Israel. En 1977 comenzó a trabajar en AMAN, la agencia de inteligencia militar israelí, donde, según contó años después, su carrera se vio favorecida por su dominio de los idiomas inglés, árabe y persa.
Cuando en 1979, la Revolución de los Ayatolás triunfó en Irán, su pasado iraní se reveló especialmente útil a ojos de sus mandos. Según su propio relato, fue como agente Israelí que se vio envuelto en el caso conocido como Irán-Contra, un escándalo que salpicó a varios altos funcionarios del gobierno de Ronald Reagan en Estados Unidos por vender armas a Irán pese al embargo que en ese momento pesaba sobre el país islámico.
También salpicó a Ben Menashe, que en 1989 fue arrestado en Estados Unidos acusado de intentar vender tres aviones de transporte a los iraníes. Ya en libertad y enfrentado a los que habían sido sus anteriores empleadores israelíes, comenzó a hacer revelaciones explosivas. Dijo haber sido en 1980 uno de los asistentes a las negociaciones secretas para posponer la liberación de los rehenes estadounidenses entonces en poder del gobierno iraní.
Ben-Menashe dijo que miembros del Partido Republicano, entre ellos George Bush padre, se reunieron en secreto con dirigentes del gobierno iraní para que los rehenes no fueran liberados antes de las elecciones, lo que habría favorecido las aspiraciones de reelección del entonces presidente Jimmy Carter frente a las del candidato republicano, Reagan.
Una comisión de investigación de la Cámara de Representantes de Estados Unidos que lo interrogó largamente concluyó que el relato de Ben-Menashe era «total invención». Sea como sea, Ben-Menashe dio su versión de la historia y de lo que vivió en sus años como agente secreto con la publicación en 1992 de su libro «Profits of War: Inside the secret U.S-Israeli Arms Network», («Los beneficios de la guerra: dentro de la red secreta de armas de EE.UU. e Israel», en español).
A la sombra de Mugabe
En 2002 el antiguo agente secreto volvió a los titulares envuelto en un turbio episodio en plena campaña electoral en Zimbabue. Morgan Tsvangirai, líder de la oposición, fue acusado de intentar asesinar al presidente del país, Robert Mugabe, y juzgado por traición poco antes de unas elecciones en las que las encuestas lo situaban con ventaja.
La prueba de cargo contra Tsvangirai fue la grabación de una reunión con Ben-Menashe en la que se habló de «eliminar» a Mugabe, quien había contratado al exagente israelí, ya para entonces instalado en Canadá, donde había creado su firma de cabildeo. Tsvangirai dijo haber sido víctima de un montaje con fines políticos y resultó finalmente absuelto.
Pese a que Mugabe es una figura controvertida y se le ha acusado de violaciones a los derechos humanos y crímenes contra la humanidad, Ben-Menashe dijo en una reciente entrevista al programa Newshour de la BBC que se sentía «orgulloso» de haberlo representado.
Con la junta de Sudán
Antes de que se lo relacionara con Venezuela, Ben-Menashe se vio envuelto en otros asuntos polémicos en África. Al cabildero lo contrató Jalifa Hafter, el controvertido militar que comanda el autodenominado Ejército Nacional de Libia y que en la pasada primavera lanzó una ofensiva contra la capital del país y el precario gobierno de unidad nacional allí instalado con apoyo de Naciones Unidas.
La junta militar que gobierna Sudán desde la caída del presidente Omar al-Bashir el pasado abril, también recurrió a sus servicios para lograr una cobertura periodística favorable y reconocimiento de los gobiernos de los países occidentales. Ben-Menashe ha confirmado que la junta le pagará US$6 millones, entre otras cosas, por conseguirle a sus miembros una reunión con el presidente estadounidense, Donald Trump.
Una cantidad considerada escandalosa por muchos, dada la situación del país y las acusaciones de reprimir violentamente a manifestantes pacíficos que pesan sobre los militares sudaneses. «Ellos quieren que se establezca un nuevo gobierno encabezado por un economista de prestigio que ponga orden en la economía», dijo recientemente Ben-Menashe, que dijo que su colaboración obedece a su deseo de «explicar lo que están haciendo y cuáles son sus objetivos».
¿Por qué ahora Falcón?
Muchos en la oposición venezolana criticaron a Falcón por participar en las elecciones de 2018. Mientras que la mayoría de los opositores a Maduro decidieron no tomar parte en unos comicios que consideraban injustos, Falcón sí concurrió, lo que muchos detractores de Maduro interpretaron como una manera de legitimar la «farsa electoral».
A partir del no reconocimiento de esas elecciones la oposición considera que Maduro es un «usurpador» y por eso Guaidó es el «presidente encargado» en virtud de su puesto como presidente de la Asamblea Nacional (Parlamento). La defensa frente a las acusaciones de Falcón, que fue chavista, opositor y ahora se presenta a sí mismo como una tercera vía, estaba implícita en el que fue su lema de campaña: «Si votamos, ganamos».
Ahora que el gobierno y los delegados de Guaidó negocian bajo la mediación de Noruega un arreglo que podría pasar por la celebración de unas nuevas elecciones, Falcón parece haber retomado la iniciativa. La contratación de Ben-Menashe para mejorar su influencia y reputación en Washington no ha sido su único movimiento después de muchos meses sin apenas actividad pública.
Hace unos días presentó en Caracas su programa «petróleo por alimentos», por el que Venezuela recibiría la ayuda humanitaria que necesita a cambio de crudo y podría así reducir el impacto sobre la población de las sanciones de Estados Unidos.
Cuando BBC Mundo le preguntó si le gustaría volver a ser el candidato en unas próximas elecciones, contestó: «No se trata de una cuestión personal, sino de devolverle la gobernabilidad al país». Y para eso ha contratado al polémico Ben Menashe.