Era junio de 2013. Habían pasado solo dos meses desde que Nicolás Maduro había sido elegido presidente de Venezuela, y el heredero de Hugo Chávez recibía de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés) un reconocimiento al Gobierno venezolano por lograr reducir a la mitad el número de personas con hambre respecto a 1990.
Entre 2007 y 2012, Venezuela mantuvo en menos de 5% la cantidad de personas subalimentadas. Pero con la llegada de Nicolás Maduro al poder, el hambre en el país comenzó a crecer exponencialmente, y en solo seis años casi se cuadruplicó.
Según el último informe de la FAO sobre el estado de la seguridad alimentaria en el mundo, al menos 6,8 millones de venezolanos pasaban hambre en el año 2018. Esto representa 21,2% de la población.
Marianella Herrera, médico venezolana, investigadora del Centro de Estudios del Desarrollo de la Universidad Central de Venezuela y miembro de la Fundación Bengoa, puntualiza que dentro de ese porcentaje hay embarazadas, mujeres y hombres en edad fértil, y niños menores de 5 años, por lo que advierte que la próxima generación está comprometida.
«Todo esto está actuando como una exposición ambiental negativa sobre ese número de personas. Estas consecuencias se van a sentir en el corto, en el mediano y en el largo plazo. En unos 20 años vamos a estar viendo todavía las consecuencias de esto si no se interviene ya. Son las secuelas del hambre. No solamente en la talla baja, sino también en las enfermedades crónicas», alerta Herrera a Infobae.
La doctora explica que si un hombre en edad fértil está expuesto a hambre, su espermatogénesis podría resultar alterada. Igualmente, una mujer embarazada que se enfrenta al déficit de nutrientes, su feto crece en un ambiente intrauterino que promueve daños epigenéticos, que se traducirían en un peso bajo al nacer, riesgo de enfermedades cardiovasculares, diabetes, cáncer, hipertensión arterial e incluso obesidad.
Morir por hambre
La diputada Manuela Bolívar es clara al señalar la magnitud de la crisis: «No es que en Venezuela la gente pasa hambre. En Venezuela la gente muere de hambre». «Venezuela vive una emergencia humanitaria compleja. Estamos hablando de que, de cada 3 niños, uno tiene algún tipo de desnutrición. No es que está flaquito, es que tiene desnutrición crónica o aguda», advierte la parlamentaria.
La nutricionista Susana Raffalli destaca que en el informe de la FAO se reconozca que la causa del hambre en Venezuela es el colapso económico, y no el cambio climático o las sanciones. «El número de hambrientos en Venezuela, desde que se declaró el primer Estado de Emergencia Económica y de Excepción en 2016, que le otorga plenas facultades al gobierno, hasta ahora, son doblemente atribuibles al Estado, no solamente por generar la situación económica en la que estamos, si no por no haber hecho lo suficiente para rectificar», enfatiza Raffalli.
El reciente informe de la Alta Comisionada de Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Michelle Bachelet, constata la violación del derecho a la alimentación de los venezolanos, y responsabiliza al régimen de Maduro por esta vulneración.
«Las personas entrevistadas constantemente refirieron una falta de acceso a alimentos, debido tanto a la escasez como a los precios inasequibles. La disponibilidad de suficiente comida de calidad es deficiente, y los entrevistados dijeron que comían una vez, o como mucho dos veces, al día y que consumían pocas proteínas o vitaminas. La falta de acceso a alimentos tiene un impacto especialmente adverso en las mujeres, quienes se ven obligadas a dedicar un promedio de 10 horas al día a hacer filas para obtener comida», dice el documento presentado por Bachelet ante el Consejo de Derechos Humanos de la ONU.
El informe, además, afirma que se reportaron algunos casos de mujeres que se ven forzadas a intercambiar comida por sexo.