El calvario que vivió un joven secuestrado durante 10 meses por paramilitares del régimen de Daniel Ortega

El calvario que vivió un joven secuestrado durante 10 meses por paramilitares del régimen de Daniel Ortega
Xavier Mojica PD

El régimen de Daniel Ortega tiene historias para no dormir. Xavier Mojica es el desparecido más famoso de Nicaragua, no porque sea una personalidad de la política, la farándula o los negocios. Al contrario, es famoso porque no es nada de eso. Es un muchacho común, de 22 años, que ni siquiera se metía en política, aficionado a la cultura japonesa, y al que un día un grupo de paramilitares secuestró mientras caminaba por la calle.

Este domingo se supo, a través de un testimonio publicado por el diario La Prensa, que Mojica está vivo, que pasó diez meses en celdas clandestinas totalmente oscuras, sin más contacto humano que con sus secuestradores, y que su familia pagó un rescate para que lo entregaran. Tras su desaparición, el 11 de junio de 2018, la familia de Xavier Mojica realizó una desesperada campaña de búsqueda. Afiches con su rostro infantil y ojos redondos asustados, inundaron las redes sociales, calles y actividades. A su madre, Lorena Centeno, se la vio llorando en los medios de comunicación con una pregunta. “¿Dónde está Xaviercito?”. Dejaba un número de teléfono por todos lados, el mismo que luego los secuestradores usarían para extorsionarla.

El secuestro de Mojica se produjo en los días de mayor violencia en Nicaragua, como consecuencia de la represión que desató el régimen de Daniel Ortega contra la rebelión que comenzó en abril de 2018. Cientos de barricadas opositoras se habían levantado en calles y carreteras de toda Nicaragua y patrullas paramilitares ejecutaban lo que se conoció como “Operación Limpieza”, que consistía en desmontar la resistencia atacando las barricadas con armas de guerra.

“Cuando estallaron las revueltas, yo solo decía que hay que tener cuidado. Hay que prevenir. Mi familia era de no meterse, ellos estaban completamente en contra al igual que yo, pero no nos metíamos. No participábamos en nada de lo que se hacía”, dice Mojica ya en el exilio donde se refugió después de ser rescatado. La desgracia llegó al muchacho cuando regresaba a su casa desde la universidad donde estudia el primer año de Diseño Gráfico. Se bajó del bus unas tres cuadras antes de su casa para recargar la tarjeta de pasajes, y lo secuestraron cuando caminaba. “Se parqueó una camioneta doble cabina y unos hombres, armados y encapuchados, me tomaron y me subieron. En ese momento todo fue tan rápido.

No tuve tiempo de pensar ni nada. Era un secuestro. Me metieron a la fuerza. Eran dos los que yo veía. Me tuvieron atrás de la camioneta con la cara en el asiento, viendo para bajo. Uno de ellos me estaba amenazando con un arma”. Lo que se vino después fueron 303 días tirado en un calabozo oscuro, donde “a veces no podía ni ver mi mano”, interrogatorios esporádicos, golpizas y soledad. Nunca estuvo con otro prisionero y el único contacto humano que mantuvo esos diez meses fue con los secuestradores que de vez en cuando llegaban a interrogarlo o golpearlo. No sabía cuando era de día y cuando de noche. En dos ocasiones lo movieron de cárcel.

Para el padre, también llamado Xavier Mojica, el único delito de su hijo fue ser joven e ir con una mochila por la calle. “Ser estudiante es un delito”, dice. Un día del pasado marzo, el teléfono de doña Lorena sonó de nuevo. Ella le pasó el teléfono a su esposo porque ya no aguantaba la tensión y las constantes llamadas con información falsa, burlas y ofensas. Esta vez supieron que era distinto. “Dame y te damos”, dijo la voz desde el otro lado del teléfono e indicó la hora y lugar del intercambio.

En los últimos cuatro días los secuestradores habían entrado en contacto con la familia del muchacho como miras a extorsionarla por su liberación. Fueron pocas llamadas y ellos establecieron un precio, 600 dólares, que podrá parecer poco para un secuestro, pero que es una fortuna para una familia pobre de Nicaragua, sobre todo cuando en el proceso de búsqueda de su hijo han perdido trabajo y vendido o empeñado los bienes de valor que tenían.

Así, el 20 de marzo pasado, a la 1 de la mañana en una carretera cercana a Managua, entregaron al muchacho secuestrado a cambio de la cantidad convenida. “Fuimos a un lugar y ahí entregaron ellos sin identificación alguna, encapuchados, unos cuatro nada más, en una camioneta Hylux. Se estacionaron a la orilla de la carretera y entregaron. Recibieron, dieron la vuelta y se perdieron como fantasmas”, relata el padre.

Xavier Mojica, el desaparecido más famoso de este último año no terminó de aparecer con su liberación. Primero estuvo una semana protegido y recuperándose en una casa en Nicaragua y luego salió al exilio, donde pasó otros seis meses escondido en una iglesia, por temor a las represalias que pudieran tomar sus secuestradores, quienes mantuvieron acosada y amenazada a la familia para que no hablaran. “Dijeron que si nosotros denunciábamos algo, ellos conocían más de nosotros que nosotros de ellos”, dice Xavier Mojica, padre.

La noticia de que Mojica estaba vivo se conoció la noche del pasado sábado y provocó una oleada de solidaridad y celebración en redes sociales. La aparición de Xavier Mojica abre la esperanza de que aparezcan vivos otros secuestrados de los que no se sabe su paradero. Mojica culpa de su secuestro al gobierno de Daniel Ortega. “El primer responsable es el gobierno”, dice. “Nada de esto hubiese pasado, si por lo menos no hubiesen actuado de forma tan violenta, al sacar a policías y paramilitares, y que sean sicarios, asesinos. Uno ahora no solo tiene miedo de los criminales normales sino de la policía”.

“Me arruinaron la vida”, dice. Xavier Mojica era un chavalo de colegio, sus grupos de amigos y sus mayores escapadas eran a los festivales anime, de los que es aficionado. Dice que decidió dar ahora su testimonio, porque necesita “volver a ser persona”. “Necesito recuperar mi vida. Intento volver a ser yo con esto. Doy este testimonio con el único propósito de recuperarme como persona, ya no sentir miedo, no ser un anónimo”.

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