Esta figura apareció en Ciudad de México en los años cincuenta en ambientes del hampa y del lumpen
En los medios de comunicación no gusta hablar de los vínculos satánicos de muchos delincuentes, estén en las tiendas de droga de la Cañada Real de Madrid o en las cárceles de Bolivia.
Tal vez por ignorancia. Tal vez por miedo. Si, como dice el veterano exorcista Gabriel Amorth, hay obispos que tienen miedo al demonio, cómo no van a tenerlo policías y periodistas.
México es el país donde más asesinatos se producen en el mundo sin que haya una guerra, aunque en Venezuela, Honduras y El Salvador la proporción de muertes violentas en relación con la población sea mayor.
La narcoguerra, silenciada desde hace décadas y declarada desde 2006, ha dejado más de 48.000 muertos. Los narcos -como los etarras y todos los grupos terroristas y las mafias- han creado su propia subcultura, de la que son elementos más conocidos los narcocorridos.
Y en esta subcultura se incluye la relación con lo sobrenatural; pero como los narcos no pueden recurrir a la Virgen de Guadalupe, contra la que atentaron los revolucionarios en 1921, o a san Felipe de Jesús, primer santo mexicano y patrono de la capital, se han inventado sus vírgenes, sus santos y su clero, que no les exigen ni arrepentirse ni cambiar de vida ni devolver lo robado ni entregarse a la policía.
Ya en el lejano 1989, policías de Estados Unidos y de México descubrieron cerca de Matamoros una serie de tumbas en las que había no menos de doce cuerpos de personas sacrificadas en rituales satánicos por una banda de narcotraficantes cuyos miembros estaban convencidos de obtener así invulnerabilidad frente a las balas.
En una cabaña de la finca, había vasijas con cerebros humanos, sangre, una tortuga y cabezas de cabra.
En los últimos años se ha levantado en México y Estados Unidos un culto organizado que atrae a los delincuentes y sus familiares: la Iglesia Católica Apostólica y Tradicional México-Estados Unidos, que afirma tener unos cinco millones de seguidores en los dos países, aunque otros cálculos los rebajan a dos millones.
Esta secta es conocida por entronizar a la Santa Muerte, también llamada Niña Blanca, una deidad horrible: un esqueleto vestido con una túnica recamada de pedrería y con una guadaña.
Las referencias documentales indican que esta figura apareció en Ciudad de México en los años cincuenta en ambientes del hampa y del lumpen.
Sacrificio humano
Su expansión se produce con el crecimiento del crimen, el fracaso del Estado del PRI y la retirada de la Iglesia Católica de actividades pastorales y formativas en los sectores más pobres de la sociedad mexicana.
El periodista José Gil Olmos calcula que el número de altares levantados a la Santa Muerte ronda los 10.000, de los que 1.500 se encuentran en el Distrito Federal de México.
Las reformas constitucionales y legales en los años noventa, que permitieron a las Iglesias y asociaciones religiosas gozar de personalidad jurídica y comprar bienes, fueron aprovechadas por la Iglesia Católica Apostólica y Tradicional México-Estados Unidos para legalizarse y así erigir templos en varias ciudades del país.
Desde su aparición, las autoridades policiales y judiciales han considerado que estaba vinculada a la delincuencia; la Iglesia Católica y los grupos protestantes la han calificado de no cristiana.
En enero de 2011, David Romo, quien se presentaba ante la prensa como arzobispo prelado de la Iglesia Católica Apostólica y Tradicional México-Estados Unidos, adoradora de la Santa Muerte, fue detenido por la policía en un operativo en que se liberó a un matrimonio de ancianos, secuestrado en diciembre de 2010.
Además se sabe que este sujeto ofrecía cinco cuentas bancarias distintas a sus feligreses para que realizaran los depósitos producto de actividades ilícitas como extorsión y secuestro, para lo cual él cobraba el veinte por ciento del total de las ganancias.
En septiembre de 2011, un tribunal confirmó la sentencia a doce años de cárcel y 280 días de multa dictada contra Romo Guillén, por cuatro delitos relacionados con la alteración del censo electoral. También se le atribuyen más secuestros, extorsiones y robos.
La última obra conocida de los adoradores de la Santa Muerte ha consistido en un sacrificio humano cometido en el estado de Sonora.
Ocho miembros del culto, detenidos en marzo, confesaron haber sacrificado a dos niños y una anciana, que además eran parientes cercanos suyos, y haber ofrecido la sangre de las víctimas a la Santa Muerte.
Pero la Santa Muerte no es ya un fetiche limitado a la delincuencia. Para comprender la penetración del culto de la Santa Muerte en círculos sociales que carecen de problemas económicos y que se caracterizan por su indiferentismo religioso, se puede citar que Romo ofició en 2004 la boda entre la cantante Niurka Marcos y el actor Bobby Larios, muy famosos en México.
El mal, por horrible que sea, resulta muy atractivo. Es lo que ocurre en todas las épocas cuando las civilizaciones abjuran de la religión sobre la que se han fundado.