Nicolás Maduro no ha podido dormir ni una noche siquiera en La Casona, la residencia presidencial, con su mujer Cilia Flores, desde que se alzó con la Presidencia de la República Bolivariana de Venezuela por un escaso margen de 1,49 puntos a su favor el 14 de abril pasado cuando disputó el cargo con su rival Henrique Capriles.
Y es que no ha podido consumar lo que por ley le corresponde o posicionarse de la residencia presidencial, de una vez por todas, porque La Casona sigue ocupada por las hijas de su antiguo inquilino Hugo Chávez, no obstante a que falleció oficialmente el 5 de marzo pasado y el sitio debería estar ya desocupado.
Como revela Ludmila Vinogradoff en ‘ABC‘, la codiciada mansión presidencial, la que se asigna a la familia que ha sido electa en los comicios, todavía no ha podido ser transferida a los nuevos inquilinos, ni tan nuevos, a saber desde hace diez meses por diversos motivos que van más allá de los regularmente permitidos como el código civil, las leyes, el sentido humanitario, la moral, la tolerancia o el chantaje.
Sea cual sea el caso, las hijas del presidente Hugo Chávez a las que también llaman «las infantas», a saber, Rosa Virginia, María Gabriela y Hugo, se aferran a la residencia como si fuera un legado que les ha dejado su padre y no han mostrado ninguna intención de mudarse para que la pueda ocupar Maduro y su mujer Cilia Flores, con quien se casó en junio pasado tras pasar una discreta y breve luna de miel en la isla de Margarita.
Las hijas de Chávez han convertido La Casona, que cuenta con una sala privada de cine y piscina, en un club de entretenimiento para sus amigos. Son ruidosas las fiestas que organizan, según cuentan los vecinos de la urbanización La Carlota y Santa Cecilia donde está ubicada la residencia presidencial.
Los restaurantes de comida rápida y las agencias de festejos de catering ya no llevan los pedidos de pizza, hamburguesas y bebidas espirituosas porque alegan que los inquilinos de La Casona no les pagan las facturas. Las empresas de espectáculos también se quejan de que deben suministrar unas 30 entradas a las hijas de Chávez cada vez que traen un artista internacional para repartirlas entre sus amigos.
Rosa Virginia es la hija mayor de Chávez y está casada con Jorge Arreaza, el actual vicepresidente. Este matrimonio que surgió a la sombra del caudillo patriarca ha tenido tropiezos, el más reciente de ellos causado por veleidades de terceros, que ha estado a punto de separarse.
Pese a las peleas de la pareja, Rosa Virginia ha continuado viviendo en la residencia con sus dos hijos y su marido Arreaza se mudó por una temporada a Fuerte Tiuna, sede del Ministerio de la Defensa, mientras duró la crisis matrimonial. Al final se reconciliaron por conveniencia para ambos y el vicepresidente regresó a La Casona.
La segunda hija, María Gabriela, la consentida de Chávez, también intentó irse de la residencia presidencial y se mudó para una casa en la caraqueña urbanización de la Alta Florida prestada por uno de los aliados de su padre para escribir un libro dedicado a su memoria.
Con el amanecer del nuevo año 2014 María Gabriela parece que no soportó vivir más en Alta Florida sin los privilegios del lujo y el poder que tenía en la residencia presidencial, sólo permitidos por ley al presidente, su esposa e hijos menores de edad, que no es su caso.
La única de los 4 hijos reconocidos oficialmente menor de edad es Rosinés, que hoy debe tener unos 16 años, hija de Marisabel Rodríguez, la que pudo habitar la residencia hasta que su padre murió el año pasado. El resto de los 3 hijos: Rosa Virginia, María Gabriel y Hugo, tenidos con la primera esposa Nancy Colmenares, han debido desocupar la residencia pero no lo han hecho.
Lo que todos los venezolanos se preguntan es por qué las hijas de Chávez no han entregado La Casona a Maduro y su mujer Cilia, que continúan viviendo en La Viñeta, una residencia destinada al vicepresidente y a los jefes de Estado visitantes, después de once meses en el cargo.
En el cotilleo presidencial se comenta que el ex canciller José Vicente Rangel ha aconsejado a las hijas mantenerse en la emblemática residencia para evitar que Maduro tome posición, lo que indica que es vulnerable, débil y no controla todo el poder presidencial. La otra hipótesis es que María Gabriela, de 33 años, la favorita de Chávez, es el talón de Aquiles de Maduro porque sabe muchas historias de cómo fue preparado su ascenso al poder.