La asfixiante crisis sin precedente que padecen los venezolanos como consecuencia de las deliberadas políticas de la dictadura chavista – madurista está dejando una huella honda. La escasez de alimentos y la extrema situación de pobreza que se vive hoy en Venezuela ha llevado a muchos de sus ciudadanos a batallar por las comida. Ésta misma situación ha generado que se disparen los indices de delincuencia relacionados con robos de alimentos.
Kelvins Alexander Cabello Ibarra, de 28 años, estaba desempleado y para bandearse hacía diversos trabajos informales. En las mañanas compraba panes y los revendía al detal. En las tardes, limpiaba y barría las aceras de la urbanización Loira en El Paraíso y los comerciantes le pagaban con productos, algunas frutas o recortes de charcutería. Ese trabajo le permitía llevar algo de comer a casa, especialmente para su hijo de 11 años.
La tarde del 30 de mayo, Kelvins acababa de recibir el paquete de comida, cuando su tío Wilmer Ibarra quiso quitárselo. Ambos discutieron y de los gritos pasaron a los golpes.
De pronto, el tío le clavó a Kelvins tres veces un puñal en el pecho. Luego del ataque, Ibarra agarró la bolsa con las sobras y huyó. Kelvins ingresó muerto a un centro asistencial.
El 10 de mayo en La Vega una pareja de motorizados asesinó a Carlos David Vivas Azócar, de 19 años: el móvil del crimen fue el robo de una bolsa de comida de los Clap que distribuye el gobierno madurista. Los motorizados lo asaltaron y le dieron dos tiros. Le quitaron la comida y la vida.
Meses antes, Freddy Alexander Prieto Quintero, de 42 años, fue asesinado de una puñalada por su hermano, Juan Carlos Prieto Querales, para quitarle unos panes rellenos con queso que preparaba para sus sobrinas y su mamá.
Kelvins Cabello y Freddy Prieto eran, según reportaron sus familiares, dos de los 8 millones de venezolanos que comen dos o menos veces al día, de acuerdo con los datos recopilados en la Encuesta de Condiciones de Vida (Encovi). Este estudio también determinó que, para al año 2017, 9 de cada 10 venezolanos no podían pagar su alimentación.
Esta encuesta además arrojó que la población venezolana ha sufrido un empobrecimiento alarmante en últimos cuatro años: pasó de 48,4% de sus habitantes en condiciones de pobreza en el año 2014 a 87% en 2018; el incremento de la pobreza extrema subió de 23,6% a 61,2% en el mismo período.
A juicio del Observatorio Venezolano de Violencia (OVV), la falta de alimentos en los hogares venezolanos está complicando la convivencia familiar. «Los pocos productos que pueden comprar son racionados o reservados para determinados miembros de la familia (los más pequeños o los enfermos) y cuando alguno incumple esas reglas, se producen situaciones de conflicto y violencia, como los casos de una madre que le quemó las manos a su hija por tomarse el tetero de su hermana u otra que quemó los labios a un hijo por comerse durante la noche el poco alimento guardado para toda la familia«, indica el informe 2017 elaborado por la organización. (El Dictador Maduro reconoce su incompetencia y se responsabiliza de la crisis económica de Venezuela)
La violencia del hambre
Los anteriores son tres de los casos recopilados por Runrun.es y Monitor de Víctimas en los que el hambre y la violencia tuvieron desenlaces fatales.
Aun cuando en la mayoría de las oportunidades las peleas no llegan al extremo del asesinato, organizaciones no gubernamentales y especialistas en el tema de la violencia han detectado un incremento en los conflictos vinculados al hambre en las familias venezolanas.
Verónica Zubillaga, docente universitaria y especialista en el área, destaca que la violencia vinculada al hambre se ha hecho más común en la medida en que la carestía y alto costo de la vida se han ido agravando.
Hoy muchos venezolanos no pueden acceder a los alimentos básicos, el salario mínimo no alcanza para alimentar a un grupo familiar, el desempleo es cada vez mayor y no hay perspectivas de que la situación vaya a mejorar.
«Ante este panorama, muchos terminan tomando medidas desesperadas para garantizar el alimento y que pueden contextualizarse como la parte más cruda de la lucha por la supervivencia», señala.(Asesinos sin alma: así descuartizan vivo a un joven en la Venezuela chavista)
Agrega, además, que en un contexto de desesperación y frustración cualquiera que tenga alimentos se convierte en un objetivo, no importa si es un familiar, un desconocido, o un camión que circula por la vía. «La desesperación motiva acciones que bajo otras circunstancias no realizaríamos«.
Por su parte, Javier Gorriño, director de Seguridad Ciudadana de la alcaldía de El Hatillo y ex PTJ, agrega que hasta hace poco los hechos de violencia vinculados con la alimentación y los hurtos famélicos eran delitos poco comunes. «No llegaban a ser 1% de las faltas; hoy nos encontramos con que son cosa de todos los días», apunta.
«En mi experiencia como policía poco nos encontrábamos con robos de comida durante los asaltos. Hoy es común que los ladrones, además de cargar con los objetos de valor, terminen llevándose todo lo que hay en las neveras y despensas de las casas donde roban».
El jefe de seguridad de El Hatillo agrega que «la comida se convirtió en un producto escaso, valioso y muchas veces inalcanzable, por lo que conseguirlo genera mucho estrés entre quienes menos tienen. En la medida que avanza la crisis vemos a muchas personas desesperadas quienes ante la impotencia terminan robando, maltratando, hiriendo y hasta matando con tal de cubrir su necesidad».
«El hambre es tan fuerte que es el principal detonante de la migración, debido a ella tenemos esa cantidad de personas que huyen del país. Escapan del fantasma del hambre» agrega el funcionario.(La Asamblea Nacional de Venezuela rechaza la chapuza monetaria que del dictador Nicolás Maduro)
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