Tremenda idiotez, alentada por la fiebre de los políticamente correcto que esta arrasando cultural e incluso legalmente a buena parte del mundo anglosajón.
Aquí en España y en algunos países latinos hay conatos, pero nada como lo que estamos viendo estos días en Canadá y llevan sufriendo los estadounidenses desde hace muchos meses.
Polémica internacional por el famoso: ‘Blackface‘. Pintarse la cara de negro para disfrazarse de Aladino o del rey Baltasar podría parecer una broma inocente o una tradición inofensiva, pero puede interpretarse como un acto racista e insultante, sobre todo en Estados Unidos.
El escándalo que acaba de protagonizar el presidente de Canadá Justin Trudeau, quien aparece en unas fotos y videos de hace años disfrazado de esa guisa en una fiesta de «Las mil y una noches» y en varias actuaciones, es un ejemplo de la polémica que despierta esta tradición.
Este tipo de maquillaje se conoce como blackface(cara negra) o brownface (cara marrón) y normalmente se lo suele aplicar una persona de raza blanca para parecer negra.
«Oscurecer tu rostro sin importar el contexto o las circunstancias es siempre inaceptable por el historial del racismo vinculado a esta práctica», declaró este jueves el mandatario canadiense. «Debería haberlo entendido entonces y nunca debería haberlo hecho».
La práctica no es nueva. De hecho, tiene unos 200 años y en varios países del mundo —algunos en Latinoamérica— todavía se sigue haciendo.
Sin embargo, son muchos los historiadores, activistas y políticos que se han pronunciado al respecto en varias ocasiones para criticar una costumbre que definen como un insulto racista.
¿De dónde viene el «blackface»?
Se cree que comenzó en Nueva York, EE.UU., hacia el año 1830. Tanto en Estados Unidos como en Europa, el blackface servía para entretener a los blancos con espectáculos basados en estereotipos negativos sobre los negros y en burlas sobre sus expresiones, acentos y apariencia.
Muchos actores y cómicos llevaban a cabo las representaciones sobre escenarios a los que los negros ni siquiera podían acceder.
Más adelante, a lo largo del siglo XX, se usó para representar a personas de raza negra en el cine, pues era raro que éstas recibieran papeles protagonistas.
Es el caso del primer largometraje sonoro sincronizado de la historia, «El cantante de jazz» (1927), en el que el actor estadounidense de origen lituano Al Jolson hace de un judío que para poder interpretar canciones de jazz se pinta la cara de negro. Muchos consideraban a Jolson el «rey del blackface».
También se veía en televisión y en el teatro. La BBC incluso tenía su propio programa —The Black and White Minstrel Show (el espectáculo de variedades en blanco y negro)— que emitió por más de 20 años, desde 1958 hasta 1978.
Era un show muy popular que tuvo audiencias de 16 millones de espectadores en su mejor momento y que incluso ganó el prestigioso premio del Festival de la Rose d’Or de Montreux, Suiza, en 1961.
A medida que crecieron los movimientos para erradicar la discriminación racial y favorecer la lucha por los derechos humanos, el blackface fue perdiendo fuerza y comenzó a verse como algo vergonzoso.
¿Por qué es tan ofensivo?
El blackface es ofensivo porque promociona estereotipos errados y se originó para que una mayoría blanca se mofara de un grupo minoritario que luchaba por recuperar sus derechos civiles tras siglos de esclavitud. «El blackface es una tradición fundamentada en el racismo, que consiste en gran parte en el miedo a los negros y en reírse de ellos», le explicó a la BBC Kehinde Andrews, profesor de Estudios Negros en la Universidad de Birmingham y fundador de la Organización de la Unidad Negra de Reino Unido.
«Es un problema que existe desde hace mucho tiempo (también) en Europa. Desde los tiempos de Shakespeare en adelante, puede verse esta figura de gente blanca «ennegrecida». Es interpretada o como un demonio, un peligro o una forma de burlarse de la gente».
Las representaciones blackface eran inexactas, hirientes y muy ofensivas, pero muchos blancos lo veían —y algunos aún lo ven— como una forma aceptable de entretenimiento.
«Todas estas representaciones en las que se hace burla de las personas negras y de su cuerpo, buscan reforzar la ideología racista», declaró recientemente el historiador panafricanista español de origen colombiano Antumi Toasijé. Hay quien dice que quienes lo practicaban no trataban de ofender o de ser racistas.
Sin embargo, sus críticos creen que no comprender la dimensión histórica de dolor y vergüenza vinculada al blackface no es una excusa.
«El uso del blackface es una práctica desactualizada que ya no se ve tanto estos días, lo cual demuestra que las actitudes públicas han avanzado desde hace entonces, y que las representaciones vulgares de personas negras deben considerarse inaceptables», le dijo a la BBC en Holman, un activista de la organización británica Show Racism the Red Card.
Pero todavía se hace.
¿En América Latina?
Un personaje muy popular de la televisión peruana llamado «El Negro Mama», interpretado por el actor Jorge Benavides con cara pintada y gruesos labios, fue denunciado por racismo por la organización no gubernamental Lundú y por otros grupos benéficos.
En 2013, el canal Frecuencia Latina recibió una multa de 26.000 dólares, pero se sigue emitiendo.
En Latacunga, Ecuador, en septiembre se celebra la fiesta de la Mamá negra (o fiesta de la Virgen de la Merced), en la hay un hombre disfrazado de mujer con la cara pintada de negro. También ha recibido críticas por considerarse racista. Durante el carnaval de Uruguay, hay comparsas de negros y de «lubolos».
Este último término significa, segun la RAE, «blancos pintados de negros».
Es una tradición que tiene años, aunque ya no se practica como antes.
En Colombia la tradición del Son de Negro (o «los negritos») del carnaval de Barranquilla también tiene historia. Para pintarse la piel, mezclan polvo mineral con aceite de oliva. Antes la pintura se lograba con carbón molido.
Y en México hubo polémica recientemente en el programa televisivo «La Parodia» por una representación de Yalitza Aparicio, la actriz indígena protagonista de la película «Roma», con el rostro pintado y una protésis para agrandar su nariz.