La élite paulista y los mercados prefieren al exmilitar pese a ser machista, autoritario, homófobo y racista
Todo esta en el aire. A más de una tercera parte de la sociedad brasileña no le importa que su próximo presidente sea violento, homófobo, machista, racista y defensor de la dictadura.
Una reciente y fiable encuesta de Datafolha indica que el diputado y exmilitar ultraderechista Jair Bolsonaro, de 63 años, ganará la primera vuelta electoral de hoy con el 35% de los votos, por delante del candidato del Partido de los Trabajadores (PT), Fernando Haddad, exalcalde de São Paulo de 55 años, que cuenta con el 22% de intención de voto y reemplazó al expresidente Lula cuando la justicia sentenció que no podía postularse por estar condenado y encarcelado por corrupción.
Si se confirman los sondeos, Bolsonaro y Haddad disputarán una segunda vuelta el 28 de octubre, que se dirimirá con los votos de candidatos que les siguen a mucha distancia: el socialdemócrata Ciro Gomes (11%), el derechista Geraldo Alckmin (8%) o la ecologista Marina Silva (4%).
Para entender el fenómeno antipolítico que representa Bolsonaro y la polarización a la que ha llegado Brasil basta decir que el candidato apoyado por el desacreditado presidente Michel Temer, el exministro de Hacienda Henrique Meirelles, cuenta con apenas el 2% de intención de voto.
La campaña acabó el jueves pero las descalificaciones mutuas entre los candidatos continuaron hasta hoy en las redes sociales. Bolsonaro ha pisado el acelerador en las últimas horas con la consigna de obtener la presidencia en primera vuelta, teniendo en cuenta que la citada encuesta arroja que hay un 26% de indecisos.
«No merecemos ser gobernados desde dentro de la cárcel o por sus ahijados políticos», declaró esta semana el excapitán del Ejército, en alusión a Haddad, al que Bolsonaro califica de «títere» de Lula.
El exmilitar sabe que su figura genera más rechazo (42%) que la de su principal rival (37%) y teme una unidad en su contra en la segunda vuelta, aunque nada está escrito. Buena parte de los nuevos votos que ha logrado Bolsonaro en las últimas semanas provienen de la clase media alta de la rica región del sudeste brasileño, que concentra los estados de São Paulo o Río de Janeiro, y también de la clase baja más desideologizada, que compra un populismo de derechas.
El establishment y los mercados prefieren a Bolsonaro antes que a Haddad, como lo demuestra que cada aumento del ultraderechista en los sondeos haya sido celebrado con alzas en la bolsa de São Paulo.
A la élite paulista parece darle igual el sesgo antidemocrático del candidato, mientras siga ganando dinero con el modelo neoliberal reimplantado por Temer tras la destitución de la petista Dilma Rousseff, aunque tampoco haya logrado reconducir la crisis.
Por mucho que Bolsonaro imponga políticas económicas proteccionistas -algo que teme especialmente el Gobierno argentino de Mauricio Macri-, una mayoría de empresarios cree que su gestión sería más beneficiosa para el capital de lo que representaría el regreso al poder del PT, al que tachan de populista, a pesar de que los mandatos de Lula y Rousseff fueron básicamente socialdemócratas y desarrollistas.
El nacionalista Bolsonaro se inspira en Donald Trump, aunque quizás sea más parecido al filipino Rodrigo Duterte. Su eslogan «Brasil acima de tudo» (Brasil por encima de todo) se asemeja demasiado al «America first» (América primero) del estadounidense, pero Trump cuenta con el apoyo de uno de los dos grandes partidos, mientras que la formación de Bolsonaro es el instrumental Partido Social Liberal (PSL), que se presenta en coalición con otra fuerza de reminiscencias falangistas, el Partido Renovador de los Trabajadores Brasileño (PRTB), donde se encuadra su candidato a vicepresidente, el general en la reserva Hamilton Mourão. Tradicionalismo conservador y orden.
«Es necesario golpear con dureza en el combate al crimen para que el marginal entienda que sus acciones no quedarán impunes», ha dicho Bolsonaro, haciendo de la mano dura contra la desbocada delincuencia uno de sus principales discursos populistas.
Ya recuperado del grave apuñalamiento sufrido el 6 de septiembre a manos de uno de sus muchos detractores, Bolsonaro se escudó en consejos médicos para no acudir al último de los debates presidenciales, celebrado el jueves.
Sin embargo, a la misma hora concedió una entrevista a TV Record, propiedad de Edir Macedo, el líder fundamentalista evangélico, fundador de la Iglesia Universal del Reino de Dios, que apoya al ultraderechista al igual que otras influyentes sectas protestantes.
Por supuesto, los militares también apoyan a Bolsonaro por su defensa sin vergüenza de la dictadura (1964-1985). Cuando en el 2016 el candidato, como diputado, se pronunció a favor de destituir a Rousseff, dedicó su voto al coronel que torturó a la expresidenta en su época de guerrillera.